Tal como un animal, del esclavismo
fuiste la mercancía sopesada
y cuando ardió en la hoguera el fanatismo
cual un leño, arrojada.
Fuiste la bestia de preñez fecunda
la hetaira del Señor feudal, del Amo
sin derecho a pensar. Tu vida funda
en comer de su mano.
No había ley ni Dios que contemplara
tu derecho inherente a Ser viviente
confinada a un establo que abonara
tus penas de sufriente.
Aduar, Corte, Serrallo, en donde ejerza
el poder, en palacio o toldería
el hombre pudo, sólo por la fuerza
marcar supremacía.
Alma mater, matriz tan mancillada
por siglos de una historia repetida
en que la tierra ha sido rastrillada
de infamia consentida.
Simple objeto de uso. Burdo o regio
bajo el sometimiento más cruento
Te reconoció el alma en acto egregio
el Concilio de Trento.
Hasta entonces, tu vida dependía
del amo que te hubiera caído en suerte
de su buena actitud, de la armonía
que salva de la muerte.
Y llegamos al Hoy, tan esperado
con religión, con ley, con fe y con Ciencia
para advertir que no se ha desterrado
contra tí la violencia.
Otilia Da Veiga.
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